Julio Martínez Mesanza recibió el Premio Nacional de Poesía de 2017 por su obra Gloria. El mismo autor describió el sentido del título de esta obra en una entrevista en El Cultural, comentando:«En el libro, “gloria” se refiere, fundamentalmente, al esplendor de lo creado y del Creador».
El los poemas de Gloria, decubrimos que este esplendor se contempla desde la humildad, en el reconocimiento de una presencia inmerecida (“El polvo y el desorden de esta tierra no se merecen el azul hiriente”) y en la experiencia de la propia miseria (“–Y en tus ríos de niebla, ¿qué se esconde?// –La miseria. Se esconde la miseria”). Con un verso sólido y elegante, el poemario se lee con gusto, sin prisa, sintiendo que las palabras están bien puestas, firmes y sólidas como las losas de una vía romana. Quiero apuntar algunas pistas, simplificando mucho, para animar a la lectura de este gran libro.
La voz del poeta se debate entre el estupor ante las realidades eternas y la negación incomprensible a la gracia. Ya en el primer poema declara: “siento que es inextinguible el alma”, pero esta experiencia está, al mismo tiempo, acompañada de caídas y miseria. En el segundo bloque de poemas se presencia una purificación: la caída continua, seguida de arrepentimiento reiterado, construye una auténtica fidelidad.
“Has sido recaída reiterada
y también mi insistencia en la pureza;
si esa fidelidad se tiene en cuenta,
si es pureza insistir en la caída.”
La tercera parte del poemario descubre la belleza como imagen de Dios, realidad que tememos porque nos supera y nos desborda. El peligro es apropiarnos con orgullo de la imagen y olvidarnos de lo que significa. La gloria es reconocerla sin orgullo, ahí está el esplendor. Así lo describe el breve poema San Esteban:
Para decirte que la gloria existe
y es ausencia de orgullo en la hermosura
y más ausencia siempre que presencia,
porque siempre conduce a la extrañeza,
se alza la torre frente al mundo frío.
La cuarta y última parte del libro une la noche y la mañana, el rechazo y la aceptación, en fin, la libertad del hombre ante su creador, el esplendor que puede ser rechazado:
Los carros de Kipur que son la gracia,
la aliada de la gloria incomprensible,
la gracia por terrible rechazada,
la gracia rechazada por hermosa.
El poeta reclama volver a la sencillez, a la libertad que se perdió con el pecado original, “cuando el alma no amaba equivocarse”. La voz poética llena de humildad y de esperanza y finaliza el poemario con una llamada de ayuda: “Niña de Nazareth, que nos defiendes”.
Es sorprendente, en los tiempos que corren, que un libro empapado de transcendencia como este haya sido reconocido con un Premio Nacional de Poesía. El propio tribunal destacó el sentido de la rebeldía ante el pensamiento único vigente. Esta declaración pone esta obra en el lado de la disidencia, lugar tan incómodo como atractivo para los corazones inconformistas. La invitación es clara: hay que disfrutar de esta obra de Martínez Mesanza antes de que sea censurada (ya me entienden).