Realidad y misterio: reseña de «El negro artificial» de Flannery O’Connor
El negro artificial
En el volumen titulado «El negro artificial», Editorial Encuentro tiene publicado este breve relato y siete cuentos más. A continuación, el mismo volumen incluye tres ensayos en los que la propia autora comenta su obra. Finalmente, la directora de la edición, Guadalupe Arbona, recoge algunos textos de O’Connor, a modo de apéndice, que aportan pistas iluminadoras para el mejor entendimiento de cada uno de los cuentos.
Flannery O’Connor (1925-1964), católica, descendiente de una familiar irlandesa de emigrantes, vivió en el estado de Georgia en Estados Unidos (nació en Savannah, murió en Milledgeville, una pequeña ciudad, cerca de Atlanta). En 1951 le diagnosticaron un lupus que fue minando su vida y limitando su actividad hasta su muerte a los treinta y nueve años. Nos ha dejado dos novelas y dos colecciones de cuentos.
La primera impresión que causa la lectura de sus cuentos se podría definir como de perturbadora. Son como una excursión placentera, que se va complicando por el camino y acaba en medio de una tormenta. Una prosa tranquila y detallada nos va rodeando hasta introducirnos en la escena, impregnada de paisajes sureños, ríos caudalosos, negros despreciados, granjeros sudorosos, falsos predicadores y terribles criminales; la acción nos va llevando a la tragedia, de mayor o menor intensidad, pero siempre marcando la vida de los protagonistas. Terminada la lectura, el lector se pregunta ¿a dónde me llevó esta historia? Y siente la necesidad de releerla, buscando desconcertado unas claves que quizá pasaron demasiado rápido ante nuestra vista.
Las claves nos las explica la autora en los tres ensayos incluidos en la segunda parte. O’Connor nos explica su visión de la literatura como arte, especialmente para una escritora católica, aportando detalles muy interesantes para la perspectiva de este blog. También nos habla de su obra y del sentido de estos relatos.
El escritor de narrativa
Para Flannery O’Connor, «la narrativa es en gran medida un arte de la encarnación», porque «el conocimiento humano se da a través de los sentidos, y el novelista empieza donde empieza la percepción humana». El escritor hace sensible una historia, la encarna en la imaginación del lector. Citando a Flaubert, afirma que la narrativa necesita «al menos tres percepciones sensitivas» para que tome sensación de realidad. Por ejemplo: «Golpeaba las teclas con aplomo y recorría de arriba abajo todo el teclado sin interrumpirse. Sacudido así, ese viejo instrumento, cuyas cuerdas frisaban, se oía al otro lado del pueblo si la ventana estaba abierta, y a menudo el escribiente del ujier, que pasaba por el camino real con la cabeza descubierta y en zapatillas de rayas, se detenía para escucharlo, con su hoja de papel en la mano» (Madame Bovary). La mayor preocupación del escritor de narrativa es encontrar esos detalles, esas percepciones que dan realidad a la historia. «Algunos detalles tenderán a acumular significado de la historia misma y, cuando pasa esto, se convierten en simbólicos». Estos consejos de O’Connor valen más que cualquier taller literario.
El objetivo del escritor no es «una huida de la realidad, es una inmersión en la realidad». «Mientras más verdadero sea el símbolo, más profundamente te conduce y más significado desarrolla». «El lector no puede verlo, pero sin embargo surte efecto en él». Así, «para el escritor de narrativa, toda la historia es el significado». «La narrativa tiene que ser en gran parte presentada, en lugar de contada». «Cuando estás escribiendo narrativa, estás hablando con el personaje y la acción, no sobre el personaje y la acción».
Esta es la gran lección para escritores de narrativa y también para lectores: la realidad se percibe en los detalles, y la realidad apunta al misterio. En uno de los relatos dos personajes discuten sobre estilos literarios, uno de ellos dice: «El misterio de la personalidad es lo que interesa al artista. La vida no se somete a abstracciones».
Aquí es donde O’Connor valora la originalidad del escritor católico: «Henry James solía decir que la calidad de una obra narrativa depende de la cantidad de vida real que uno pueda percibir en ella. Lo que un escritor católico percibe en la vida es el misterio central de la fe cristiana: que por más horror que haya en la vida, Dios ha considerado que valía la pena dar su vida por ella (…). Esto debe ampliar, y no reducir, su campo de visión».
Otra aportación muy interesante: «Si intentamos animar a los escritores de ficción católicos, debemos convencerlos de que la Iglesia no restringe su libertad de ser artistas, sino que la asegura (…), ello requiere, quizás más que nada, un grupo de lectores católicos que estén capacitados para reconocer en la narrativa algo, además de los pasajes que consideran obscenos.
Las claves de los cuentos
Aquí debo ser prudente para que pueda leerse este artículo sin romper la sorpresa que requiere propia narración. Solo puedo adelantar algunas apreciaciones que ayuden a estar atentos a lo importante.
Un punto de atención es el cambio en el carácter de los personajes, porque nos dan la clave del efecto de la gracia. «La acción de la gracia cambia un carácter y la gracia no puede ser experimentada por sí misma (…). Por eso en un relato lo único que se puede mostrar es cómo cambia un carácter.
La gracia es protagonista. Así lo dice la autora: «Todos mis relatos tratan sobre la gracia en un personaje que no la desea…».
Una buena disposición en la lectura puede ser buscar cómo es la gracia, sobre quién actúa y si la acepta o la rechaza. A veces, la violencia no es más que un rechazo violento de la gracia. Busquemos la realidad y el misterio que encierran los relatos de Flannery O’Connor.