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El libro
En «La sociedad desvinculada» nos encontramos con uno de los mejores análisis de lo que nos está pasando como sociedad. Profundo, completo y contundente. Además, como indica el subtítulo, abre las perspectivas de cómo afrontar «La necesidad de un nuevo comienzo».
El libro se había publicado inicialmente en 2014 y, como afirma el autor en la introducción, lo que describía y presuponía entonces no solo se corresponde con la realidad de ahora mismo, sino que se muestra de manera más evidente.
Las causas
El capítulo introductorio, el autor describe detalladamente las causas que nos han llevado hasta aquí. Hasta la Ilustración, la razón objetiva, que se preocupa de los fines de nuestros actos, de la identificación de lo bueno y de lo justo, guiaba e iluminaba a la razón práctica o instrumental, que se ocupaba de los medios para alcanzar estos fines.
Sin embargo, la Ilustración desechó la razón objetiva y colocó en su lugar la instrumental:
«La Ilustración no es, en contra de lo que afirma el tópico superficial la entrada de la razón en la historia humana, sino la sustitución de un tipo de razón, la objetiva, por otra, la instrumental, caracterizada por negar la existencia de cualquier metafísica».
Al desaparecer los fines, el objetivo de nuestras acciones se centra en la utilidad del instrumento, «quedando los objetivos a alcanzar como una cuestión secundaria, ceñida a la subjetividad». La utilidad de una acción la decide cada individuo, que desprovisto del horizonte de lo bueno quedará esclavo de sus deseos dominantes. El emotivismo será la norma de la razón. Una acción será buena si conviene a mis deseos particulares, si no, será intrínsicamente mala.
El vínculo
En el primer capítulo, el autor se centra en la descripción de un concepto fundamental en la obra: el vínculo: «la fuerza humana más poderosa, constructora de civilizaciones, hacedora de culturas, … (cuya) destrucción caracteriza la sociedad de la anomia, sin norma…».
Josep Miró insiste en la capacidad del vínculo para unir a las personas a través del tiempo y del espacio. Se manifiesta plenamente en el amor, el compromiso y el sentido del deber, tres maneras de manifestar lo genuinamente humano. Gracias a ellos se construye la amistad cívica, el patriotismo, el marco moral y la tradición que sostiene a una sociedad. «Compromiso, amor y deber son los fundamentos de un vínculo que realiza a las personas y hace posible la construcción de la mejor sociedad en cada circunstancia histórica concreta».
El autor se extiende en explorar las relaciones del vínculo con la economía, la familia, la escuela, el trabajo, la política, la moral, la ética, la tradición… para mostrar el alcance de la cultura de la vinculación.
La desvinculación
El siguiente capítulo enlaza los conceptos de los anteriores: La pérdida de la razón objetiva es el motivo de la ruptura sistemática de vínculos que sufre nuestra civilización, convertida en una sociedad de la desvinculación.
Para Miró, la ausencia de la razón objetiva es la causa de la pérdida del autocontrol, y con él, de la libertad, extendiéndose el emotivismo como norma de comportamiento. Se produce una ruptura entre acto y consecuencia, entre ser libre y responsable. El relativismo se convierte en bien superior.
Advierte el autor de que «la liberación total del deseo conduce al engaño». La tolerancia absoluta convive con la censura de lo políticamente correcto, lo legal se convierte en norma de lo justo, el individualismo atomizado se acompaña con una aplastante coacción del estado.
El liberalismo sin el marco de la razón objetiva deriva en tiranía, que ve como sospechoso todo valor objetivo que ponga límites a la acción individual.
Estragos
En el capítulo tercero, el autor hace un recorrido documentado por las grandes rupturas que caracterizan a nuestra sociedad desvinculada: la ruptura con Dios, la ruptura antropológica, la ruptura de la solidaridad generacional, la ruptura cultural, la injusticia social y la quiebra de la política democrática liberal.
En agosto de 2023, Josep Miró afirmaba en un artículo en Forum Libertas que «Occidente no está enfermo, está muerto», sin duda una afirmación lapidaria que exige una explicación detallada. En este capítulo desarrolla ese análisis documentado de la situación actual, emite lo que bien podría ser un rotundo diagnóstico de fallecimiento y analiza qué órganos hay que empeñarse en cuidar para facilitar un exitoso trasplante a la nueva sociedad que llegará después.
Un nuevo comienzo
A partir de la lectura de este libro cada uno debe sacar sus conclusiones en función de su misión, su entorno y sus posibilidades. A mí me resultan claras algunas prioridades inmediatas:
- Rescatar la razón objetiva como fuente de sentido, de lo bueno y de lo deseable. Lo que supondrá muchas veces renunciar a la utilidad y al apetito personal como criterios de valoración.
- Promover el cuidado de los vínculos existentes, y fomentar nuevos vínculos desde el amor, el compromiso y el cumplimiento del deber. Un vínculo deteriorado es un aporte negativo para la sociedad.
- Entender esta dinámica de creador de vínculos como una misión al servicio de la comunidad.
- Valorar, cuidar y fomentar los valores comunes, la tradición y la historia compartida para forjar una comunidad responsable.
Aunque el autor, en las últimas páginas, nos recuerda también que lo mejor que podemos hacer con un proyecto periclitado es sustituirlo, porque de las agotadas dinámicas que mueven nuestra cultura occidental no vamos a sacar una fuerza revitalizadora. Cito el último párrafo del libro que sirve bien de resumen de esta actitud renovadora:
«Esa es la difícil verdad que es necesario afrontar, si es que todavía somos capaces de ello. No se trata de una opción, sino de una necesidad; esto es de un deber. Por consiguiente, el debate real versa sobre cuál es el proyecto de sustitución y cómo realizarlo. El proyecto del nuevo comienzo».