Aleksandr_Solzhenitsyn_1974

Un día en la vida de Iván Denisovich es una novela corta e intensa en la que se relata un día completo en la vida de un preso en un campo de trabajo de la Siberia estalinista. Es una novela que encierra entre líneas una profunda reflexión sobre el ser humano, su dignidad y lo que le hace ser persona. Alexander Solzhenitsyn es también muy conocido por Archipiélago Gulag, un reportaje minucioso, con un fuerte componente autobiográfico, que describe el sistema represivo que se instaló en la Unión Soviética durante más de tres décadas, afectando a millones de personas represaliadas, muchas de ellas hasta la muerte. Archipiélago Gulag es un libro extenso, detallado, cuya dureza y realismo se hacen sentir a lo largo de la lectura, que acaba siendo dura y trabajosa por la densidad y crudeza de los hechos relatados, y para algunos se impone como insoportable. Sin embargo, Un día en la vida de Iván Denisovich es una novela mucho más breve, fácil de leer, que relata unos hechos duros en sí, pero sin descripciones morbosas ni hechos especialmente luctuosos o crueles. Los presos, en torno al personaje principal, recorren un día normal, sobreviviendo entre la vigilancia de los guardias, la escasez de la comida, el intenso frío siberiano, la dureza del trabajo y las penurias del cautiverio. Un escenario austero, acompañado por un lenguaje sencillo, sin poesía ni adorno, con descripciones parcas y diálogos sencillos.

El autor

Para alcanzar la profundidad de esta novela hay que conocer algunos detalles de la vida de su autor. Solzhenitsyn, recién licenciado (1941), se enrola como soldado raso en el ejército soviético, en plena II Guerra Mundial, y pronto llega a ser oficial de artillería. A los pocos meses de finalizar la guerra (1945), una carta a un amigo en la que crítica ingenuamente a Stalin provoca su condena a 8 años de campo de concentración y exilio perpetuo. En los años siguientes pasa por varios campos de concentración y campos de trabajo, hasta que es liberado en 1953, pocos días antes de la muerte de Stalin, y perdonado del exilio en 1956. Le detectan un cáncer en 1952, que cura milagrosamente en 1954. En ese momento recupera la fe cristiana y, años después, lo recuerda con este comentario: “…fue un milagro de Dios, y como tal lo interpreté. Toda la vida se me ha restituido desde entonces, ya no me pertenece en el sentido pleno de la palabra, se ha introducido una finalidad”. Comienza poco después su periodo más fecundo como escritor, pero sin posibilidad de publicar. En 1962 consigue publicar Un día en la vida de Iván Denisovich, a la que seguirá La casa de Matriona y otras obras, aprovechando un periodo aperturista bajo el gobierno de Kruschov, que es destituido en 1964. A partir de entonces comienza una nueva época oscura en la que comienza la redacción, en el más precavido secreto, de Archipiélago Gulag. En 1973 es confiscada una copia del manuscrito y Solzhenitsyn es detenido unos meses después. El libro se publica en París. El autor es expulsado de la URSS en 1974. Ese mismo año pudo recoger el Premio Nobel de Literatura, que le había sido otorgado en 1970. Vivió en Estados Unidos hasta que pudo regresar a Rusia, en 1994, donde murió en 2008.

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La novela

Iván Denisovich tiene mucho de las experiencias vividas por Alexander Solzhenitsyn y por muchos de sus compañeros de cautiverio, condensadas en un solo día y en un solo hombre. El sistema de represión soviético se puso el objetivo de reducir al ser humano a un simple engranaje de un sistema político-ideológico, ese era el objetivo del Gulag, la despersonalización. Sin embargo, Iván Denisovich Sujov es una muestra del fracaso del sistema, de cómo la represión, la falta de libertad física, el hambre, el frío y la arbitrariedad de los vigilantes, no pueden eliminar el núcleo de la personalidad del preso. Sujov recuerda las palabras de uno de los presos: “Aquí, muchachos, impera la ley de la taiga. Pero también aquí viven hombres. En el campo sucumben aquellos que lamen los platos, especulan con la enfermería o denuncian”. La lucha por la supervivencia pasa, para el autor, por la lucha por la dignidad. Por ejemplo, ayudando a los demás: “Cuando una persona pide algo, ¿por qué no ayudarla? Eso es natural al hombre”. Otra ocasión es la de aprovechar los pequeños espacios de libertad: “Han pasado por la gran puerta de la entrada al campo, por la pequeña del recinto de los presos, luego por el callejón del campo entre las barreras izquierda y derecha, y luego… puedes ir a donde quieras”. El trabajo bien hecho, aunque sea bajo el régimen de trabajos forzados, es otro factor de humanización. Así es para Sujov, al “que cada cosa y cada trabajo no hecho le sabe mal, y teme desperdiciar algo. Ocho años de campo de concentración no le han quitado esas costumbres”. La amistad, el trato personal con los compañeros, la lealtad y la compasión son otro rasgo humanizador que los presos mantienen a riesgo de ser castigados. El relato está plagado de momentos así. El sistema nombra a los presos por su número, ellos se resisten a perder sus nombres. Las brigadas se organizan para el trabajo, ellos las transforman en ‘familias’. El brigadier es como el padre de todos. Finalmente, el reducto más sólido de lo humano que hay en el preso es su alma, con su libertad, su identidad y su capacidad de amar y trascender, y la prisión deja al alma liberada de muchas ‘zarzas’ como les llama Alioska, uno de los compañeros de Iván Denisovich. Así van soportando los días, “¡gracias a Dios, un día menos!”.

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Conclusión

Un día en la vida de Iván Denisovich es una novela que muestra lo que es más valioso del ser humano, y no son sus riquezas, ni sus privilegios, ni su bienestar, sino su realidad espiritual y personal, de donde brota su dignidad. Así se comprende el comentario de Alioska, tan sorprendente para una sociedad materialista como la nuestra: “De todas las cosas perecederas y terrenales, sólo una nos autorizó a pedir Dios: «El pan nuestro de cada día, dánosle hoy»… hay que pedir para que Dios elimine la escoria del mal de tu corazón…”.