
El valor de un escritor se mide por su capacidad para contar historias, por eso, José Luis Martín Vigil destaca como escritor en este libro, porque pone todo su saber de contador de historias al servicio del lector, introduciéndole en la vida, la época y los acontecimientos que rodearon al protagonista de esta historia: Ignacio de Loyola.
Lo primero que sorprende es que el autor no se limita a poner el texto en primera persona, poniendo la voz narradora en el propio protagonista, sino que además utiliza un lenguaje y estilo que nos lleva a su época, usando giros y expresiones del propio siglo XVI, pero con la habilidad de hacerlos legibles para el lector actual. Sirva de muestra el primer párrafo, que es toda una declaración de intenciones:
“Yo, Ignacio de Loyola, al disponerme, desde fuera del tiempo, a hacer la breve glosa de mi paso por la Tierra (y digo glosa por cuanto de mí tanto se ha escrito que, a favor o en contra, no pocas veces se han dejado los autores seducir por la pasión), protesto formalmente y declaro a quien esto leyere por ventura, que no me guía el propósito de instruir a eruditos, terciar en las polémicas del siglo, ni, mucho menos, atraer sobre mi persona la atención del pio lector. Antes bien, mi idea no es otra que discurrir sobre mi vida por si, después de tantos años, puede aún servir de alguna luz al caminante.”
El personaje principal se coloca en una perspectiva de intemporabilidad, dirigiéndose al lector desde fuera del tiempo, lo cual le permite citar hechos posteriores a su vida que implican aún más al lector, que se siente interpelado por el protagonista. De esta forma, el autor consigue este doble propósito de trasladarnos al siglo XVI, por el lenguaje y los hechos narrados, y acercar al protagonista al siglo XX/XXI, interpelándonos con hechos recientes y problemas actuales.
Este libro fue editado en 1989 y desgraciadamente está descatalogado por la editorial, sin embargo, es posible encontrarlo en el mercado de segunda mano. Sin embargo, nos parecía importante traerlo a este blog de literatura cristiana por dos motivos, como son su actualidad y la relevancia de su autor.
Actualidad de este libro
Resulta especialmente atractivo este relato para entender al actual Papa Francisco, que por ser jesuita es un destacado seguidor de Ignacio de Loyola. Entender al fundador de la Compañía de Jesús es imprescindible para comprender las motivaciones y las maneras de Francisco. También, la vida de Ignacio y sus batallas por evitar que sus hijos ocuparan puestos de responsabilidad en el pastoreo de la Iglesia, puede ayudar mucho a entender las conocidas resistencias de Bergoglio por ocupar la sede de Pedro.
La lectura atenta de este libro ayudará a ver desde otra perspectiva toda la crisis de la familia jesuita vivida en los últimos cincuenta años, y alimentará la esperanza, que ya empieza a mostrarse, de recuperación del papel de la Compañía de Jesús en el impulso evangelizador de la Iglesia. El autor pone en boca del mismo Ignacio esta misma idea con otras palabras:
“Millares de hijos míos por todo el mundo empiezan su noviciado, hoy como ayer, por el mes de Ejercicios que ordenó mi vida y fue piedra angular de la Orden que fundé; se atienen a las reglas que escribí; se comprometen a vivir según las Constituciones que dicté. ¿Qué impide que sean reencarnación de aquellos primeros compañeros que fueron prez de la Compañía, gigantes servidores de la Iglesia y preclaros siervos de Dios? Nada en absoluto; la antorcha no se ha apagado y, a través de cuatro siglos, llega de mano en mano hasta los actuales jesuitas, a los que declaro y reconozco por mis amados hijos, seguro de que no hay laureles que no puedan ser reverdecidos.“
Relevancia de su autor
Martín Vigil ha sido uno de los más importantes escritores de literatura juvenil en España, su mayor éxito, La vida sale al encuentro, publicado en 1955 con gran éxito, fue reeditado por última vez en 2006 con el texto revisado por el autor. Sin embargo, no ha tenido un éxito similar como escritor para adultos, aunque obras como la que comentamos aquí le acreditan como un gran escritor. Actualmente, ha sido relegado al olvido. Murió el 20 de febrero de 2011, pero la noticia no transcendió hasta ¡un año después! El escritor se había retirado al más estricto anonimato, murió en la soledad de una residencia, manteniendo un pequeño círculo de amigos, aunque la mayoría le trataba por internet.
La vida de Martín Vigil está por escribir, y sus biógrafos tendrán por delante un apasionante trabajo porque él podría ser un perfecto personaje del género al que dedicamos este blog, la Literatura Cristiana. Porque en él se concentran los ingredientes de hombre de fe y hombre pecador, de vida no ejemplar y actitudes admirables simultáneamente, tensión que se reflejaba en algunas de sus novelas. Pedro Miguel Lamet, jesuita, escribió sobre él en el diario El Mundo: “Las amargas situaciones por las que discurrió la vida del ex sacerdote, al que acabaron por prohibirle confesar, luego predicar -llenaba la Iglesia de Salamanca- y definitivamente le condujeron a secularizarse, se percibe en su ulterior saga de novelas sociales sobre situaciones conflictivas como ‘Una chabola en Bilbao’ o ‘Los curas comunistas’ que escandalizaban en la España timorata de aquellos años”. Explicando poco después su reconocida homosexualidad.
Todas estas dificultades en la vida de José Luis Martín Vigil no acabaron con su fe, al contrario, él se siguió sintiendo hijo de Dios y sacerdote toda su vida, según testimonian sus amigos cercanos, y como deja claro en la entrevista realizada por Gonzalo Altozano, del semanario Alba, en 2007. Sirva de muestra estas palabras que escribió poco antes de morir, publicadas por el propio Lamet en su página web:
“Bueno, al fin muero cristiano como empecé. Creo en Dios. Amo a Dios. Espero en Dios. No perseveré en la Compañía de Jesús, pero jamás dejé de amarla y estarle agradecido. No conozco el odio, no necesito perdonar a nadie. Pero sí que me perdonen cuanto se sientan acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al prójimo. No tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces. No haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe Dios. En cuanto a mis restos, sólo deseo la cremación y consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas, recordatorios y similares. Todo eso es humo: Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma. Consignado todo lo cual, agradecido a todos, deseo causar las mínimas molestias. Dios os lo pague”.
Esta última referencia a la Compañía de Jesús da un valor especial al libro que estamos comentando.
Martín Vigil merece un lugar importante en la nómina de escritores españoles de Literatura Cristiana, y en este blog no se lo vamos a negar.