El arte como símbolo

saintdenis2Este ensayo trata de entender la arquitectura gótica como una imagen, como la representación, más exactamente, de la realidad sobrenatural. Para los que proyectaban las catedrales, así como para sus contemporáneos que oraban en ellas, este aspecto o función simbólica de la arquitectura religiosa eclipsaba a todos los demás. Para nosotros, ese aspecto se ha convertido en el más difícil de comprender.” Con estas palabras comienza este libro de Otto von Simson, profesor de Historia del Arte de la Universidad Libre de Berlín, en el que nos abre los ojos ante la realidad que se esconde tras estos monumentos que encontramos en muchas ciudades de Europa. Esta es una reflexión necesaria porque “hemos llegado a una curiosa situación de ceguera frente a las catedrales”.

“La catedral era la casa de Dios, entendiéndose esta expresión no como un gastado lugar común, sino como una temible realidad. La Edad Media vivía en presencia de lo sobrenatural, que se grababa sobre todos los aspectos de la vida humana. El templo era el umbral del paraíso. En la admiración de su perfección arquitectónica, las emociones religiosas eclipsaban a la reacción estética del que lo contemplaba. Y no otra cosa ocurría en los que construían catedrales.”

Para entender esto mejor hay que recordar el cambio del significado y función de la palabra símbolo desde el medievo hasta nuestros días. “Para nosotros, el símbolo es una imagen que confiere significado poético a la realidad física. Para el hombre medieval, el mundo físico tal y como nosotros lo entendemos no tiene realidad excepto como símbolo”. Según esta visión platónica que empapaba el pensamiento medieval se “percibía la belleza como el ‘splendor veritatis’, como el resplandor de la verdad; la imagen no se percibía como ilusión, sino como revelación.”

Pero este tono de arte simbólico están presentes en toda la arquitectura medieval, no sólo en la gótica. Von Simson define dos aspectos que dan al gótico su singularidad en el arte medieval: “la utilización de la luz y una relación original entre la estructura y la apariencia”.

En contraste con la arquitectura románica y bizantina, el muro gótico se convierte en algo más que en el soporte de pinturas y estucos, el muro adquiere una dignidad estética desconocida hasta entonces. “La pintura mural gótica nunca oculta el esqueleto arquitectónico, sino que, más bien al contrario lo subraya”. La geometría que inspira las dimensiones de muros, naves y bóvedas y la luz que atraviesa las numerosas vidrieras que perforan las paredes, son en sí el mensaje estético del arte gótico, porque Dios es luz y orden, iluminación y geometría, y la catedral gótica está habitada por estos atributos divinos.

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El autor del ensayo se entrega en la investigación de las fuentes de la experiencia religiosa de la época, demostrando como esa experiencia interior se expresa mediante los elementos que definen y diferencian al gótico. Una nueva experiencia religiosa abre el camino de una nueva forma de expresar la fe y con ello inaugura un nuevo estilo artístico.

El concepto musical de la matemática, tomado del pensamiento pitagórico, llevó a establecer unas relaciones o proporciones perfectas, que se ajustan a la armonía musical y que son reflejo de la armonía universal que nos habla de Dios. Para acercarse a Dios y a la armonía sobrenatural, el hombre debe buscar cómo ordenar la materia amorfa de forma armónica, imitando a Dios, arquitecto del universo. Este concepto matemático-musical fue ampliamente desarrollado por San Agustín en su teoría de la belleza y, en el segundo cuarto del siglo XII, rescatado y revitalizado por la Escuela de Chartres y por el movimiento cisterciense. “Cuando el arquitecto proyectaba su templo según las leyes de la proporción armónica, no sólo imitaba el orden del mundo visible, sino que transmitía también, en la medida en que le es posible al hombre, una indicación de la perfección del mundo venidero“.

El valor estético de la luz como atributo esencial de la belleza ya era un valor común para el mundo medieval, pero por una serie de curiosos malentendidos que explica detalladamente el autor, coincide en el mismo siglo XII la revisión de la obra de Dionisio el Pseudo-Areopagita, que aportará un valor metafísico a la temática de la luz. Para Dionisio, la creación es una acción iluminadora, el universo creado dejaría de existir sin la luz, porque el Verbo es la Luz Verdadera que brilla en las tinieblas y todo fue creado por él y para él. Se estableció así una conexión entre la “estética de la luz” y la “metafísica de la luz“.

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Si la Catedral quiere convertirse en la Casa de Dios, debe estar llena de luz en su interior y armonía en sus dimensiones.

Von Simson hace una detallada descripción de los primeros templos góticos: la abadía de Saint-Denis, deteniéndose en la figura del abad Suger y su aportación al nuevo estilo, la catedral de Sens, la fachada occidental de Chartres y Notre-Dame de Chartres. Aportando datos y testimonios de la época de como estos nuevos conceptos y vivencias van conformando los nuevos recursos artísticos.

Este libro nos propone un viaje muy interesante a través de la historia que no deja indiferente al lector, sobre todo si tiene la oportunidad de visitar y contemplar de cerca una catedral gótica.