Fiódor Dostoyevski

Fiódor Dostoyevski (1821-1881) escribió “Crimen y castigo” en 1866, una historia que gira en torno a la dinámica de la libertad, mostrando a su protagonista debatirse en torno a un crimen, su culpa y el castigo merecido.

Si en otro artículo señalábamos a Bernanos como uno de los pilares del género de la literatura cristiana, Dostoyevsky sería el pórtico de entrada. Él es el primero en desarrollar con maestría el thriller espiritual, marcando un estilo nuevo que influirá fuertemente en la novela posterior. La acción se desarrolla principalmente en la vida interior de Rodión Ramanovich Raskolnikov (Rodia), sus actos son consecuencia de su drama interior.

La dinámica de la libertad

El escenario de la acción es el alma del protagonista, más que su psicología o su relación con los demás personajes. Sus conflictos psicológicos, como sus problemas físicos y sus propias acciones son efectos de la lucha entre el bien y el mal en el corazón de Rodia. Para el autor, Dios y el demonio luchan en el campo de batalla del alma humana, y es la libertad humana, al decidir entre el bien y el mal, quién inclina la victoria hacia uno de los lados en cada momento.

Esta es la dinámica de la libertad: el ser humano debe decidir entre el bien y mal. Si elige el bien, se somete a la obediencia, a la moral, pero su libertad crece, es capaz de elegir cosas mejores. Si elige el mal, opta por su autodeterminación, por la rebeldía, pero su libertad mengua al convertirse en esclavo de su culpa. En este segundo caso, solo el arrepentimiento y la expiación del castigo le devuelve la libertad perdida.

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Esta paradoja define la moral humana en la obra de Dostoyevsky: la elección del mal es una liberación esclavizante, la elección del bien es una sumisión liberadora. ¿Qué elegir? Solo el amor te da la respuesta: la primera es una elección egoísta, la segunda es don de sí al otro. La primera es huida, la segunda es búsqueda.

Yo necesitaba saber, y cuanto antes, si era un gusano como los demás o un hombre, si era capaz de franquear todos los obstáculos, si osaba inclinarme para asir el poder, si era una criatura temerosa o si procedía como el que ejerce un derecho. (…) el diablo me impulsó a hacer aquello y luego me hizo comprender que no tenía derecho a hacerlo, puesto que era un gusano como los demás. El diablo se burló de mi.

La expiación

La dinámica de la libertad empapa toda la novela, no solo en la vida del protagonista, que gira en torno a la ejecución del crimen, la rebeldía ante su culpa y la elusión del castigo, también en los otros personajes, que toman sus propias decisiones, contrastando o acompañando al drama interior de Rodia. La primera elección es entre el bien y el mal, pero si se elige el mal, la segunda elección es entre la expiación o la aniquilación. Porque el mal es destructivo: si no se expía conduce a la muerte.

¿He acaso matado a aquella vieja? ¡Me he matado a mí mismo, no a la vieja!

Después del crimen, el protagonista se debate en la segunda elección:

…Había que tomar una determinación, una cualquiera, costara lo que costase. Había que hacer esto o…

–¡Renunciar a la verdadera vida! –exclamó en una especie de delirio–. Aceptar el destino con resignación, aceptarlo tal como es y para siempre, ahogar todas las aspiraciones, abdicar definitivamente de derecho de obrar, de vivir, de amar…

«¿Comprende usted lo que significa no tener un lugar adónde ir?» Éstas habían sido las palabras pronunciadas por Marmeladof la víspera y que Raskolnikof se había acordado súbitamente.

La expiación es morir a la rebeldía para recuperar la auténtica vida. La aparente “verdadera vida”, la rebeldía, solo lleva a la muerte, a la perdida de “un lugar adónde ir”. Solo la fe cristiana resuelve el fatal laberinto, porque Cristo, tomando nuestra cruz, ha vencido a la muerte. La cruz de la expiación lleva a la resurrección del alma culpable. El personaje de Sonia, que toma la cruz de la víctima y del verdugo, que, de alguna manera, toma su lugar, encarna el espíritu religioso del pecador arrepentido.

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Las nuevas ideas

Además de este nivel de drama espiritual, aunque fuertemente ligado con el tema de la libertad, la novela también desarrolla un alegato contra las nuevas ideas (así se denominan en la novela) que niegan la libertad personal. Para este nuevo modo de pensar, todo depende del entorno: se hace mal porque el entorno te lleva a ello. Si se modifica el entorno adecuadamente, se puede eliminar el mal. Es sorprendente la clarividencia de esta crítica muchos años antes de que se desencadenaran los totalitarismos políticos del siglo XX (incluido el soviético), que buscaban modificar el entorno al servicio del “bien” tal y como lo definía el estado de turno, o los actuales totalitarismos culturales que imponen su esquema de valores como garantía de lo “bueno”, ignorando la libertad personal o incluso impidiéndola.

Nos encontramos con una obra con más de 150 años pero que se lee como plenamente actual, porque habla del ser humano, de la dinámica de la libertad, del bien y del mal, o lo que es lo mismo, de los problemas de hoy.